“LA ESENCIA DE CADA UNA CRECERÁ”

Los días 11 y 12 de noviembre tuvimos la oportunidad de invertir nuestra mañana en un retiro organizado para cada uno de nuestros grupos de 5to semestre de Preparatoria. Sin contar el retiro de generación, el cual se hace al final del año para cerrar nuestra etapa en el colegio, éste fue nuestro último retiro, por lo que fue una gran oportunidad para nosotras tener este espacio de conocimiento para compartir aquellas cosas que pensamos y que conocemos, que en realidad en el día a día no lo hacemos.

Paulo Coelho dijo una vez: “Si piensas que la aventura es peligrosa, prueba la rutina. Es mortal.” Por eso me doy cuenta de que tomarnos días como estos, para romper con la rutina, para conocer a nuestras compañeras fuera del salón de clases es un regalo que nos damos a nosotras mismas.

Llegamos temprano, a las 8:30 a.m. al Centro de Espiritualidad de los Carmelitos Descalzos (CESP), una casa enorme que nos dio la bienvenida entre árboles, amplios salones y los jardines más verdes.

Al igual que vimos que los jardines eran enormes, nos dimos cuenta de que todas nuestras compañeras son enormes también, nos engrandecemos cuando mostramos lo que no todas conocen. Lo que no sabíamos de nuestras compañeras de toda la vida, aquellos simples significados que le dan a las cosas más sencillas, sembró semillas en nosotras. Semillas que plantamos en lo más profundo de nuestros corazones y que a partir de ahora es nuestra responsabilidad seguir cuidando. Es nuestra responsabilidad regarlas, empaparlas con más conocimientos de cada una de ellas, unirlas más a nuestra vida para que cada semilla que puso cada una de nuestras compañeras crezca y florezca, dejando en nosotras lo más bonito de su esencia.

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Aprendimos que todas somos un equipo y que formamos una grandiosa melodía, que podemos crear sonidos mágicos que lleguen hasta el corazón, porque cuando tomamos en cuenta a todas y a cada una, cuando apreciamos el sonido que cada una genera, es entonces cuando creamos una canción llena de sonidos distintos, tonos altos y bajos, pero al final, una melodía compuesta por nosotras mismas.

A veces, nos hundimos en una terrible rutina que nos nubla la vista, una rutina que nos hace ver solamente lo superficial de cada día. Creo que éste día fue para todas, una forma de desempañarnos la vista y entender que, como dice el Principito, “Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos”.

Nos une algo mucho más fuerte que el salón de clases, nos une una historia que todos nuestros corazones han vivido juntos y que seguiremos compartiendo esa historia, porque ahora que tenemos plantadas en nosotras las semillas de cada una, crecerá dentro de nosotras la esencia de cada una.


Ana Sofía Güemez Palomar,
Alumna de 5to semestre de Preparatoria

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“DESCUBRIR EL VERDADERO SENTIDO DE LA VIDA”

“Quien sirve a las demás personas, descubre el verdadero
sentido de la vida”

Mi nombre es Gabriela Hernández López, maestra de inglés, secundaria. Les compartiré mi experiencia en GRUMMER- Grupo Misionero Mercedario.

Creo firmemente que las personas que nos rodean, las situaciones que vivimos día a día, no se presentan en nuestras vidas nada más porque sí, por casualidad, siempre hay un propósito, siempre hay un fin de por medio, y ese es Dios, él está presente en cada momento.

Mi experiencia en GRUMMER tampoco fue una casualidad. Debo confesar que siempre sentí el deseo de servir, en especial a la tercera edad, quizá porque carecí de abuelos, pero, jamás me atreví a hacerlo, debido al miedo, a esa incertidumbre del no saber qué hacer, del no saber cómo actuar ante una situación que me movía bastante.

Fue hasta aquí en el colegio que pude hacerlo, no fue fácil, debo admitirlo, pero sí muy enriquecedor. Tuve la oportunidad de hacerlo dos veces, ambas me dejaron huella en mi vida. Desde que subí a la camioneta que nos llevaría al lugar, sentí ansiedad, miedo, porque aunque era lo que yo buscaba, también había sido algo que había evadido por mucho tiempo. Recuerdo perfectamente, que lo primero que vi al entrar al lugar, fue a una señora encorvada, con su frente completamente apoyada en la mesa, parecía dormida.

Empecé a ayudar en la repartición de las manualidades, y la señora continuaba sin moverse. Yo, no sabía qué hacer, no sabía con quién sentarme, si buscar a una señora o señor con quien poder platicar, reír y compartir experiencias. Entonces, decidí acercarme a ella. Llegué y me senté a su lado, estaba tan dormida que ni siquiera se percató de mi presencia, de pronto, una señora risueña y muy lúcida frente a mí, me dice: “no habla, nada más se ríe y dice mamá”. Sentí unas ganas inmensas de llorar, no sabía qué decir ante ese comentario, solo sonreí; entonces, le toque la espalda unos cuantos segundos, ella al sentir mi presencia empezó a moverse y ahí es cuando la ayude a sentarse con su espalda erguida. Me volteó a ver con desconcierto, y lo único que le pude decir fue “hola” y de inmediato toqué sus cachetes. Ella sonrió, no solo con sus labios, sino con su mirada, la más dulce de todas. Le pregunté si quería que jugáramos lotería, y con un gesto moviendo su cabeza me dijo que sí. Hicimos manualidades juntas, le ayudé a tomar su chocolate, y en cada sorbo, volteaba a verme en agradecimiento y siempre sonriendo. Al despedirme sentí melancolía, porque cada una y cada uno de ellos, claro dentro de sus posibilidades, con un gesto, con una mirada, con una palabra, nos dijeron gracias.

La segunda vez que fui a GRUMMER fue diferente, desde que llegué, saludé a casi todas las señoras que ansiosas nos esperaban, las toqué del hombro, como si las conociera. Ellas se mostraron felices de nuestra presencia, tuve la oportunidad de hablar con algunas, se dicen estar agradecidas, y acompañadas, sobre todo cuando van “sus niñas”.

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Una de ellas me comentó que tienen 4 años sin visitarla sus hijos, pero que no se siente sola, porque una desconocida que adoptó como nieta, la visita de vez en cuando. “En este lugar siempre hay gente buena, como las niñas, y ellas nos llenan de alegría la casa”, me dijo una señora. Pero también me encontré aquella señora que por libre decisión estaba allí, porque sentía el deseo de servir a otros. Muchas más simplemente se han resignado a su soledad, al abandono.

Mi experiencia en GRUMMER fue conmovedora, enriquecedora en muchos aspectos, y sobre todo realista. Todo el mundo sabe que hay asilos, todo el mundo sabe que hay pobreza, todo el mundo sabe que hay necesidad. Pocas personas tienen el valor de ir más allá, de ponerse en sus zapatos, de quitarse los lentes y ver la realidad. Todas esas señoras, señores que ahora necesitan de cuidados, de alguien que les lleve al baño, que les de comer, que les escuche, que les abrace, algún día estuvieron en tu lugar, fueron adolescentes y jóvenes sonrientes como tú. Muchas de ellas y ellos fueron profesionistas, quizás de un puesto muy importante, muchas/os fueron maestras/os, padres que en su momento entregaron su vida, su juventud, su tiempo. Detrás de cada una y cada uno de ellos hay tantas historias que contar, tanta necesidad de un abrazo, de un oído que les escuche, de una palabra que les recuerde quienes fueron y siguen siendo importantes.

No me alcanzan las palabras para expresar lo mucho que me llevo de esta maravillosa experiencia, de lo que sí estoy completamente segura, es que salí ganando, esta vez la alumna fui yo, ellas y ellos me enseñaron a mí que todas las personas podemos dar lo que somos, o lo que tenemos, porque al compartirte creces y descubres el verdadero sentido de la vida.

Termino con esta frase-refrán que se me vino a la mente cuando estaba redactando esta experiencia: “Como te vez, me vi, como me vez, te verás”.


Gabriela Hernández López,
Maestra de Inglés en Secundaria

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