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Casa de Acogida, México, D.F.

“A UN MES DE LOS TERREMOTOS DE MEXICO”

Sobre esta realidad que ha sido tremendamente dura, porque no sólo fue un solo terremoto sino dos, afectando el primero sobre todo Chiapas y Oaxaca y el segundo más fuertemente la Ciudad de México, Estado de México, Puebla, etc. Todo esto en un país en el que se está viviendo un desgarramiento del tejido social. Las y los jóvenes habían sido vistas/os como una generación apática, absorta en la cibernética, con poco sentido de comunidad, pero ha sido un bello testimonio que la sacudida de los sismos de septiembre, obligaron espontáneamente a la juventud a salir a la superficie, descubrieron la realidad y decidieron incidir en ella. A decir del escritor Juan Villoro “esto ha sido una de las principales lecciones que dejaron los terremotos de septiembre que cimbraron el país”.

La participación de las y los jóvenes ha sido una lección para todas y todos, porque salieron al mundo de lo real y lo transformaron y, porque además lo hicieron con disciplina y con orden. Incluso hubo momentos que asumieron el liderazgo de los rescates y fue extraordinario ver que ciertas autoridades se plegaban a lo que decidían las y los jóvenes brigadistas, expresa Villatoro entre la emoción y la sorpresa. Las y los jóvenes prácticamente condujeron el proceso con un innato sentido de organización y con una determinación a toda prueba. Y se sigue preguntando ¿Por qué es necesaria una tragedia mayúscula para que la gente saque lo mejor de sí misma?

El maravilloso ejemplo de solidaridad al remover escombros, rescatar vidas, organizar cadenas de abastecimiento y prestar los primeros auxilios. Esto conmovió al país y al mundo. Es como si hubiéramos redescubierto nuestra identidad solidaria, lo que la llamada ciudadanía universal significa, la vinculación esencial de las personas con la comunidad, cualquiera que sea su edad.

A diferencia del terremoto de 1985 que devastó la Ciudad de México, en este caso hubo mayor participación del gobierno, pero nadie tiene la sensación de que fue el gobierno el que salvó a la gente. Fueron las y los ciudadanas/os. El puño en alto como un símbolo para escuchar si alguien estaba viva/o no lo inventó el gobierno, sino las y los brigadistas. Hoy el puño en alto significa “silencio para escuchar la posible vida que late entre los escombros”.

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Este cimbrar de la tierra deja muchas huellas y muy profundas desde distintos ángulos, la más fuerte y de larga duración sobre todo para quienes han perdido seres queridos… No sólo la pérdida material, con lo que eso conlleva de quedarse sin vivienda, sin sus pertenencias, con sólo lo puesto. Conozco personalmente el caso de una señora, humilde, pobre y trabajadora cuya “casita” consistente en una habitación, una pequeña cocina y baño hoy son sólo sueños del pasado, todo está en el suelo, y ella está viviendo “en el sillón de la sala de la casa vecina” a la espera de poder tener de nuevo algún techo donde cobijarse. Y como este caso hay miles y miles.

El dolor, la huella física, material, moral y psicológica que ha quedado en nuestra sociedad perdurará por muchos años, es una herida que costará mucho tiempo cerrar, pero este pueblo tiene fe, esperanza y ha demostrado su gigante organización solidaria.

Rebeca Cervantes Martín, MMB
Coordinadora del Área de México-Centroamérica

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