“JOVENES VOLUNTARIAS EN NUESTRAS COMUNIDADES”

Desde hace muchos años, al concluir el ciclo escolar de Bachillerato en nuestro Instituto de la Vera-Cruz, de Guadalajara hay algunas jóvenes, que desean hacer un voluntariado por algunos meses, a veces un año, en alguna de nuestras casas de Misión, y después de un largo proceso de selección y preparación realizan su objetivo. Generalmente han ido a Colomba en Guatemala, Soyatitán en Chiapas, México, El Viejo en Nicaragua y, cuando ha habido un número mayor, nuestras hermanas de Sudamérica les han acogido en Perú y Ecuador, cosa que agradecemos, incluso una joven estuvo en Filipinas.

Para estas jóvenes es una experiencia muy profunda que muchas veces les cambia la perspectiva hasta de la carrera universitaria que pensaban realizar, el contacto con la gente humilde les deja huella. Pero escuchemos a María Quezada y Atziri Lomeli que están actualmente en Chiapas. Ellas expresan lo que esta experiencia del Voluntariado les ha marcado:

Creo que es inexplicable, los niños me recordaron cómo no necesito tanto para disfrutar mi vida, me enseñaron a reírme y a recordar mi inocencia. Matías el papá de la familia donde vivo en la zona campesina, me trasmite el amor por su trabajo, me deja esa mirada de amor hacia lo que hace. Con la naturaleza hice una conexión increíble. En esa área hay un manantial donde se puede bañar una, ya que está al final de la calle y nadar ahí, me hace sentirme parte de algo, con las plantas, los peces, el entorno.

Mis aprendizajes son infinitos, no hay mejor escuela que experimentar tu misma, escuchar y hacer. Creo que espiritualmente crecí, aprendí a apreciar instantes, guardar sonrisas, recordar abrazos y valorar las pláticas nocturnas con la familia donde vivo. Chiapas me enseña a ser solidaria y dar más de mi, cien por ciento, a apreciar y demostrar amor de distintas formas, el saber valorarlo.

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Aprendí a disfrutar mucho con poco, a valorar cosas que son un lujo, pero a veces se nos olvidan que lo son. Me ha marcado mucho la influencia que tenemos en las y los niños, y lo triste que es que a veces se desperdicie su inteligencia por la falta de educación.

Esto es lo que ellas expresan, pero dos catequistas donde el año pasado también estuvieron dos voluntarias y otro donde ahora se encuentran expresan lo siguiente:

“La experiencia de tener jóvenes voluntarias en nuestra comunidad, ha sido algo fascinante para la comunidad, para la familia, algo muy hermoso y fraternal. Son chicas muy comprometidas traen muchos valores, algo muy particular, mucha vibra y energía que motiva. Vienen a darnos vida y de que se pueden hacer las cosas mejor. Hicieron una gran labor yendo a la comunidad vecina para visitar familias, dar clases a las y los niños, tenían que caminar 4 kilómetros bajo el abrazante sol de Chiapas”.

Otro catequista dice: “Son chicas estupendas que traen mucha preparación, buena formación y nos contagian, hubo mucha química. Nos motivan para seguir nuevos caminos”.

Rebeca Cervantes Martín, MMB
Coordinadora del Área de México-Centroamérica

“TODO TU SER SE ABRE A UNA EXPERIENCIA”

Desde el principio sabíamos que nos encaminábamos al misterio; era un país totalmente desconocido del otro lado del hemisferio.

En cuanto dejamos atrás nuestra querida Guadalajara supimos que la aventura había comenzado, pues nuestro viaje fue toda una travesía; las 7 horas planeadas de vuelo se transformaron en 16 horas a causa de una parvada migratoria, pero al momento de pisar tierras ecuatorianas y encontrarnos con las hermanas MMB nos dimos cuenta que seríamos recibidas de la mejor manera. Y después de todo el camino recorrido llegamos a nuestra nueva casa en la madrugada, sin nuestras maletas.

Al día siguiente amanecimos entre montañas que parecen salir de las nubes y desde ese momento nos dimos cuenta que nos encontrábamos en un lugar mágico: “Uzhcurrumi”.

Desde que llegamos las personas nos hicieron sentir como en casa y nos recibieron como las nuevas “hermanitas”.

Poco a poco comenzamos a formar parte de la vida en comunidad, adaptándonos a la organización y las actividades de las hermanas. A grandes rasgos la labor que tienen las hermanas aquí es coordinar los grupos de catecismo de niños/as y jóvenes; visitar a personas en condiciones desfavorables; organizar la Pastoral Juvenil; acompañar a las distintas comunidades de la zona; llevar a cabo reuniones y retiros con los padres de familia, catequistas, grupos juveniles y laicado mercedario; participar en las reuniones de Agentes de Pastoral; realizar misiones cada mes; dirigir el proyecto de Justicia Paz e Integridad de la Creación (JPIC) con las niñas ylos niños pequeños; apoyar en la Liturgia de la Palabra y encargarse de todos los asuntos parroquiales. Todo esto sin descuidar su vida espiritual como comunidad.

Nuestro camino ha estado lleno de aprendizajes; desde cosas del hogar, como ocinar y lavar nuestra ropa a mano, hasta poder ver la presencia de Dios en toda su creación y en nuestro caminar diario.

Estas últimas semanas han sido un encuentro con otra realidad, un despertar a la conciencia y salir de nuestra burbuja. Han sido días en los que nos hemos podido detener del ritmo de vida citadino tan acelerado que llevamos, para encontrarle un sentido a cada pequeña acción que hacemos en el día.

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Siempre hemos creído que otro mundo es posible y estando aquí nos hemos sentido motivadas a realmente empezar este cambio, romper con todas las construcciones sociales que nos detienen y lograr ser mujeres auténticamente libres y liberadoras como la Virgen de la Merced.

Nuestra vida en comunidad es íntegra, ya que incluimos todo tipo de actividades como ver películas, jugar juegos de mesa, discutir temas de justicia social, compartir distintas visiones del mundo, hacer manualidades con materiales reciclados para cuidar el medio ambiente, bailar, cantar, rezar, shibashi, cuidar el jardín y retiros. Juntas nos ayudamos a seguir creciendo como personas y como comunidad para poder seguir los ideales de la Madre Margarita. Además, hemos descubierto otra cara de la Iglesia por la convivencia que hemos tenido tanto con las MMB como con todos los Agentes de Pastoral de la Diócesis.
Jesús ha sido nuestro maestro en este caminar y podemos entender por qué decidió nacer entre las personas pobres: para demostrarnos que cuanto menos tienes más feliz eres y que la verdadera felicidad está en la simplicidad de las cosas; la sonrisa de un niño o una niña, la belleza de la naturaleza, la inmensidad de las montañas, la solidaridad de la comunidad, el abrazo de un anciano, el grito de ¡hermanitas! a las 7:00 de la mañana, el amor gratuito que te dan las personas, las ganas de acercarse a Dios de las y los jóvenes, la fe del pueblo, la nueva vida de un bebé, el agradecimiento de las personas, la entrega de las hermanas y la vida en todas sus expresiones.

Esta frase de la Madre Margarita resume lo que hemos vivido en esta experiencia de voluntariado: “Una nueva forma de existencia. Una nueva forma de vida en la que todo tu ser se abre a una experiencia de otros niveles de conciencia, de crecimiento espiritual.”

Pilar Toussaint y Fernanda Villanueva
Voluntarias

“LLEGAR AL LUGAR CORRECTO”

El 11 de noviembre cumplí tres meses siendo chiapaneca y, es una de las mejores decisiones que he tomado. Sería bueno comenzar diciendo que ningún voluntariado es igual, llegue con expectativas, con ideales de las voluntarias pasadas y la verdad he vivido cosas distintas.

El segundo día aquí conocí a mi familia, las personas con las que vivo en la comunidad, no sé cómo explicar lo que ahora ellas/os son para mí.

De pronto Chiapas me dio una hermana con la que llegue, unas madres con quien hablar, un padre que nos cuenta cómo repara las esculturas del templo, otro papá y otra mamá, que te hablan de su infancia, y te presentan al resto de la familia, una hermanita súper traviesa que me recuerda lo bueno de ser niña, unos tíos que caminan desde la comunidad de al lado para compartir anécdotas, una vecina que te invita a comer todos los días elote porque está orgullosa de su primera cosecha, niñas y niños llenos de energía con quienes trabajas todos los días de la semana, que te recuerdan como reír y como disfrutar de las cosas pequeñas.

A veces llega la nostalgia de la familia y las amistades, te sientes lejos, pero entonces, tus niñas y niños llegan por la ventana de tu cuarto y te dan cartas, te cantan y bailan contigo, te piden abrazos y te dicen que te quieren mirándote a los ojos y entonces, entiendes por qué estás, y que en ningún otro lugar estarás mejor en este momento porque estás en casa.

En la comunidad San Isidro es difícil no enamorarte de la tranquilidad, de las personas, de las familias, de los atardeceres vistos desde el patio, del montón de mascotas que todos tienen, de los mil clavados diarios para entrar a la poza a bañarte, de las paletas de piña que hace la señora de la tienda, de los peces nadando al lado tuyo, de las clases con las niñas y los niños, de la emoción de las mamás cuando los jóvenes tienen partidos de básquet, de la mirada de tu papá al hablarte de la caña, las fases de la luna, el amor a su familia, de la abuela que te cuenta lo orgullosa que está de su nietada, de tu compañera que te ayudará a ser una mejor persona cada día, y esa comida que no te gustaba ahora va a encantarte, y vas a valorar y apreciar todo, el amor que te dan y lo familiar que te sientes.

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Tres meses suenan fáciles y rápidos, admito que ahora que me pongo a pensar sí se me pasaron rápido pero fácilmente no. Es un boom de emociones diarias, manejas frustración, impotencia, amor, alegría, y abandono a veces.

Hace tres meses Dios me ayudó a llegar al lugar correcto en el tiempo perfecto para mí, me dio miedo y coraje, amor y seguridad y me acompaña en esta experiencia, me enseña por medio de las personas todo un mundo dentro de mi país, me llena de realidades y también me da la oportunidad de asombrarme de la naturaleza, de la religión y la unión de un pueblo.

Mi voluntariado no ha sido nada parecido al de mis compañeras pasadas, pero es tan único como el de ellas, extraño cada día mi casa y cuando vuelva extrañare cada día el no estar aquí.

María Jesús Quezada
Voluntaria

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“¿QUÉ ES EL SERVICIO?”

Desde hace quince años hemos tenido la oportunidad de compartir nuestra vida con las Mercedarias Misioneras de Bérriz y gracias a esto, hemos adquirido una filosofía de vida que tiene como base la entrega y el servicio a las y los demás.

A aún en medio de intentar vivir el Carisma Mercedario por tanto tiempo en nuestros distintos servicios sociales en el Colegio, nos quedamos con ganas de más y, decidimos que nuestro camino siguiera con las MMB en esta experiencia de Voluntariado.

Seis meses atrás comenzamos nuestra preparación para esta experiencia junto con la hermana Licha Obregón y, en el proceso, vimos mucho más a fondo el Carisma Mercedario y sus objetivos de servicio y entrega. Estando aquí en Colomba Guatemala, nos hemos dado cuenta que es distinto creer que sabes cómo llevar a cabo tu misión, a estar aquí y tener que poner en práctica todo lo aprendido.

Mucha gente nos había comentado que al principio iba a ser difícil por el hecho de dejar atrás todo lo conocido y adentrarnos en una aventura desconocida. No vamos a negar que al principio fue difícil a pesar de la preparación y los comentarios que nos dieron, pero poco a poco, por medio de la oración, nos hemos dado cuenta de que no estamos solas, sino que venimos de la mano de quien nos envió aquí, Jesús.

Nos hemos topado con varios retos, como el practicar la paciencia, la disciplina, convivir con gente de una cultura distinta, etc., pero al ir trabajando con estos retos, nos hemos dado cuenta que Dios nunca nos va a dar más de lo que podamos soportar, siempre nos va a dar lo necesario para que esta misión dé los frutos que Él ha tenido planeados desde un principio.

Hemos llegado con las manos vacías, pero vamos con las manos llenas del amor y cariño de la gente que nos recibió.

Lo que nos dio la fuerza y fe que necesitábamos a lo largo de este camino, además de la oración, ha sido el gesto de la gente que nos ha recibido con tanto amor y tanto agradecimiento. Al sentir la fe tan grande y tan fuerte que tienen, nos contagiamos de ella y nos motiva a realizar de la mejor manera nuestra misión.

En el tiempo que llevamos aquí, a pocas semanas de nuestra partida, hemos aprendido a valorar experiencias que no veíamos tan importantes. Al ir a visitar a personas enfermas, le damos el valor y la importancia a la salud; al darle clases a niñas y niños en una escuela rural, hemos apreciado la educación que gracias a Dios y a nuestros padres pudimos tener; al ver los problemas familiares que existen aquí, agradecemos por las personas que conforman nuestra familia y por todo el amor que nos tienen y, a pesar de que no estamos con ellos en este momento, la gente que nos recibe nos hace sentir en familia.

Al estar en el grupo de JUMMER (Juventud Misionera Mercedaria) nos llenamos de vida y energía y, nos motiva bastante para seguir el camino de Jesús y su Evangelio. Durante el tiempo que nos estuvimos preparando para el día de la Merced en el mes de septiembre, nos dimos cuenta de la gran trascendencia que han tenido las MMB y el Carisma Mercedario en esta comunidad.

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La experiencia más fuerte con la que nos hemos topado ha sido la “tapisca”, que implicó otras experiencias más allá del corte de café. Vivimos entre montañas con familias que nos acogieron como a sus propias hijas. Antes de llegar a Guatemala beber café implicaba únicamente pensar en su sabor y en su costo, pero nunca nos habíamos preguntado el mundo que hay detrás de esta bebida. Están los dueños, los proveedores y, hasta el final de la pirámide están las personas que duermen pocas horas por la noche para despertar temprano, caminar hora y media para llegar a los cafetales, ponerse sus canastos en la cintura y comenzar una jornada de trabajo que parece interminable; caminar hora y media de regreso con un costal lleno de trabajo sobre la espalda y en algunas ocasiones con tormentas que impiden ver claro el camino.

Si nos hubieran platicado todo esto antes de vivir la experiencia, sinceramente nos hubiéramos imaginado personas cansadas y probablemente enojadas por la explotación, ya que el salario que reciben se podría decir que es una miseria comparada con el trabajo que realizan. Sin embargo, nos topamos con gente que está consciente del esfuerzo que implica sobrevivir y que aun así la alegría, la fe y el amor es de lo que están hechos.

Esperamos poder conservar esa magia que nos ha dado Colomba y poder transmitirla a nuestro regreso.

“Dichosa la persona que soporta la prueba con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a quienes le aman” (Santiago 1,12).

Sofía Romero y María José Gómez
Voluntarias

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