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Instituto de la Vera-Cruz, Guadalajara, Jal. México

“15 MISIONES…

MI ALEGRÍA DE SEGUIR SIENDO MISIONERA”

La vida vale la pena por esos momentos de encuentro. Por las personas que se cruzan con nosotras/os y se quedan para siempre en nuestro corazón, por esa huella profunda que re-aparece cuando recordamos. Por los instantes donde nos detenemos a mirar, con todos nuestros sentidos, los pequeños detalles que Dios nos regala constantemente: el amanecer, el viento rozando nuestra piel, el sonido de los pájaros, el sabor de la comida, un atardecer en el mar, la luna en todo su esplendor, una persona desconocida que nos sonríe en la calle, el abrazo que necesitábamos en ese preciso momento.

La Misión, en mi vida, significa ese lugar especial de “encuentro”: con Dios, conmigo misma, con la naturaleza, con el amor, con la esperanza en medio de un pueblo que sufre. La Misión, es una oportunidad más para abrazar al mundo, para abrazar a Dios y dejarnos abrazar por Él. Es una oportunidad más para ver cara a cara a Jesús, para renovarnos, para hacer comunidad, para recordarnos que, no importa de dónde venimos, a dónde vamos, si tenemos un plan de vida, si luchamos a diario por conseguir el pan que alimenta el cuerpo o el espíritu; que no importa si somos personas campesinas o venimos de la ciudad; no importa en qué creemos o, incluso, si no creemos en Dios… lo importante es que hay algo en cada persona que nos mueve, que nos motiva, que nos anima a vivir. Ese “algo”, es el “Amor”.

Por amor, somos capaces de dejarlo todo e ir a encontrarnos con personas desconocidas, que por amor nos reciben en su casa, nos alimentan y nos dejan un lugar para dormir.

Por amor, nos ponemos una playera y nos colgamos la cruz, como quien lleva una armadura y se siente protegida/o de caminar en lugares desconocidos e inimaginables.

Por amor, subimos barrancos, bajamos cañadas, caminamos bajo el sol y de pronto, todo lo que parece difícil se torna ligero y vamos por las calles coloridas, siempre alegres, siempre tranquilas/os, siempre seguras/os porque sabemos que es Jesús quien va con nosotras/os.

Por amor, la gente nos abre la puerta de su casa, nos cuenta su vida, nos escucha, nos recibe, nos abraza, nos entrega su corazón porque seguramente, ven a Jesús con nosotras/os también.

En estos 15 años, casi la mitad de mi vida, puedo agradecer profundamente a Dios porque cada Misión a la que me ha llamado ha valido por completo la pena. De cada una de las personas: niñas y niños, jóvenes, personas adultas y ancianas en los lugares de Misión; de mis papás y mi hermano, de los y las misioneras, asesoras/es, y MMB’s… de cada persona que se ha cruzado en mi vida misionera llevo una huella y un aprendizaje muy especial que me hace “ser la mujer que soy”.

He vivido momentos difíciles, confrontaciones fuertes, cuestionamientos muy profundos… momentos de lágrimas y otros muchos, muchísimos, de alegrías; de crecimiento personal y espiritual, de descubrirme, de conocerme y de dejarme abrazar por Jesús a través de estas personas.

Quiero darle gracias a Dios porque me sigue llamando. No sé cuánto tiempo o cuántas veces más pero hoy, quiero renovar mi compromiso como Laica, como Misionera de JUMMER en mi vida diaria.

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Cuando viví en la misión de Colomba, Guatemala, me hice una promesa: “nunca olvidar” mi experiencia misionera, mi encuentro con Él la primera vez que lo vi claramente a los ojos y el compromiso de que mi vida no sería vacía, que en cada lugar donde me encuentre siempre, al verme, la gente descubra en mí algo distinto y se pregunte: “qué es eso que hay en ti…”

Hoy renuevo mi promesa de que en el lugar del mundo en que me encuentre, siga siendo distinta. Que nunca me olvide de buscar la justicia, de compartir, de provocar un cambio positivo a mi alrededor. Que en mi trabajo, vean a Dios. Que en mi alegría, vean su sonrisa. Que en mi mirada, encuentren Su rostro. Que en mi escucha, sientan su apoyo. Que mis éxitos, sean siempre compartidos. Que en mis abrazos, sientan Su calor. Que en mi imperfección y mis errores, vean mi debilidad humana; pero que al levantarme vean la fuerza de una guerrera incansable que no está sola, porque Jesús va conmigo.

Hoy quiero compartir con ustedes mi alegría de seguir siendo misionera, a través de un símbolo muy mío. Desde pequeña me gusta mirar al cielo y pensar que Dios también me ve. Después, decidí que las estrellas que guiaban mi vida serían esos pequeños detalles de la vida que pasan desapercibidos. Entonces descubrí que al buscar estrellas… encontraba clips (o ellos me encuentran). He puesto atención a los lugares, los momentos, las charlas, las personas o lo que pienso cada vez que encuentro un clip. Fue entonces que todo cobró un sentido: los clips sirven para unir y en mi vida cada uno de los que he ido encontrando me conectan con un deseo, un sueño, un momento feliz, una persona que amo.

Que en su vida, a partir de hoy, coleccionen recuerdos positivos y busquen momentos de encuentro que les llenen la vida. La Misión no está sólo en las comunidades que visitamos. La Misión está todos los días de nuestra vida. En compartir el amor, en luchar por la justicia, en quitarnos la venda de los ojos, en ponernos en marcha ante la indiferencia y vencerla. La Misión es “siempre”. El encuentro con Jesús se hace más claro ante la necesidad y muchas veces no somos capaces de dar la mano a nuestra familia, amistades o a nosotras/os mismas/os.

Que en nuestra Misión de cada día, sepamos siempre encontrar a Jesús. Que por amor seamos capaces de salir a la vida, de disfrutarla. Que nuestra vida sea siempre una Misión… esa oportunidad para abrazar al mundo, para abrazar a Dios y dejarnos abrazar por Él.

Gracias Mercedarias Misioneras de Bérriz, gracias Familia, gracias María de la Merced, gracias Jesús, gracias Madre Margarita, por ser el motor que me impulsa y me permite seguir queriendo hacer algo Grande por Jesús.

María del Mar García Hernández, Laica MMB

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